jueves, 10 de marzo de 2011

Segunda entrega - la cola


Era la primera vez que se quedarían solos en la casa de Sofía. Sus padres, como todos los fines de semana estaban en el campo. Carola estaba de campamento con el colegio y Samantha salía a bailar y se quedaba a dormir en lo de una amiga.
Tal vez el estar en terreno conocido le dio a Sofía la confianza para animarse a probar un poco más de sexo con Pedro. Tal vez los consejos o las historias de sus amigas Natalia y Jimena la habían convencido. Ellas no paraban de hablarle de las bondades del sexo anal.
Apenas Pedro terminó de descargar todo su semen dentro de su vagina, Sofía tomó la verga de Pedro y la posó sobre su oyito marrón. Había estado pensando en eso toda la semana, había jugueteado con su almohadita, y había estado probando con sus dedos la sensación de tener algo allí adentro. Mientras, estando en posición de perrito Pedro le metía y sacaba insistentemente la pija entre los labios de la vagina, y observaba éste movimiento, notó que el anito de Sofía se relajaba. La aureola amarronada que lo rodeaba se ampliaba, su centro se ponía primero rosado, dando paso luego a un rojo intenso. Un punto -grande- negro, que ya había contemplado en muchas otras oportunidades, se hacía más grande, más profundo. Creyó ver sudor en esa cola. Sofía no dejaba de pensar en los consejos de sus amigas y esperando el momento ya vivía la sensación.
Al terminar, como decía, Sofía tomó la verga de Pedro y la posó sobre su ano. Lo sintió mojado –todavía despedía un poco de semen- hirviente y durísimo. Pinceló el anito con un poco de semen y empezó a hacer círculos con la punta de la pija de Pedro. Paró el movimiento y endureció sus glúteos, en una suerte de beso anal a la verga de Pedro. Volvió a relajarse y, mirando por sobre su hombro a Pedro, le sonrió, sacó la lengua y le dijo: "te lo regalo, es todo tuyo".
Esta vez la verga de Pedro creció de forma tal que sin mover el cuerpo una parte de la cabeza ya estaba entrando en el canal de Sofía. Los labios de su vagina escupían fuego. Su cola estaba toda mojada por adentro, gracias a haberse concentrado en la penetración, y gracias a la calentura que la envolvía de solo pensar en lo que empezaban a hacer. Como de costumbre, Pedro fue suave, dulce y lento. Tardó como dos minutos en meterla toda entera. Mientras entraba, Pedro se recostó sobre la espalda de Sofía y pasando una mano tomó sus pechos, acariciándolos y dando pequeños apretones en los pezones. Le mordió la oreja al tocar su pubis contra los glúteos de Sofía.
Era el éxtasis. No solo no había sentido dolor, sino que a esta altura Sofía no quería se la sacara. Sentía un cosquilleo en los labios de su vagina, producido por los huevos de Pedro. Su ano se relajaba y calentaba, humedeciéndose con lo que le salía a la pija que tenía dentro suyo. Estuvieron dos minutos más, inmóviles sus sexos, acariciándose ellos con sus manos. Se besaron apasionadamente cuando Pedro empezó a retirarla. No había prácticamente diferencia de humedad y calor entre ese canal y el de la vagina. Simplemente era más estrecho, lo que a él lo hacía gozar un poco más. Ella aprendería con esa vez y muchas otras a llegar al orgasmo con la cola llena de semen.
Un saxofón sonaba de fondo, y una aroma a nardos llenaba el ambiente.
Cuando estaba por sacarla toda de la cola de Sofía, dura y colorada como nunca, sintió como todo el cuerpo que tenía frente a él se le abalanzaba y lograba meterla de nuevo. Entendió el placer que le estaba haciendo sentir a Sofía y comenzó a moverse, lentamente primero, contemplando como la aureola marrón acompañaba cada movimiento de su pija. Sintió que su pene crecía cada vez que entraba y atinaba a salir. Lo notaba más ancho y largo.
El canal de la cola de Sofía despedía como un líquido que lubricaba cada penetración de Pedro. Ella sentía como un vacío cada vez que el pene salía –sí ese pene que ya había estado en su vagina y en su boca- un vacío que le hacía perder la respiración y que le provocaba tremendo placer cada vez que se le metía toda adentro.
La verga de Pedro empezó a tornarse rosada primero y rojo bien fuerte después. Sentía un profundo placer, como si estuviera acabando todo el tiempo, y un profundo placer porque veía la expresión de Sofía, relajada, gozando, esperando que ese placer y esos momentos no terminaran nunca.
Al cabo de unos minutos –ninguno supo cuantos fueron- la pija de Pedro se volvió a agrandar –medía ya medio centímetro más que esa misma noche un rato antes- ensanchándose y estirándose como nunca. Y Sofía lo sintió. Su cola estaba totalmente relajada y sensible. Sintieron como un fuerte cosquilleo y un calor ardiente los abrazaba desde los pies y desde la cabeza, y se iba hacia el centro de sus cuerpos, hasta que en un instante culmine de placer, estallaba un torrente de semen del pito de Pedro que regaba y se entregaba entero dentro del anito de Sofía.
Durante unos segundos Sofía sintió un placer tan fuerte, tan intenso y tan ardiente que la hizo casi desmayar, perdiendo la respiración y sintiendo una sensación como de estar volando por las nubes entre aroma de jazmines y nardos. Todo su cuerpo agradecía a su oyito por haberse animado a ser penetrado. Agradecía a ese pene tan dócil, pero a la vez tan ardiente y tan potente que la había hecho ver las estrellas, el mar, los campos, un universo de placer.
Durante esos mismos segundos Pedro sintió como el ano de Sofía se contraía y se relajaba con cada gota de semen que recibía. Sentía su pija caliente y dura como una roca.
Cuando al cabo de unos minutos, ya agotados, Pedro vació el canal del anito de Sofía, se recostó, y casi instantáneamente ella se abalanzó con su boca sobre el pito, lo chupó desde el pubis hasta la punta, lo miró detenidamente, y con una mirada entre amante y lujuriosa, le dijo “gracias por hacerme sentir tan mujer”.

1 comentario:

  1. Hola

    Estuve viendo tu página y tienes un material muy interesante, por eso quisiera que realizáramos un intercambio de enlaces

    Si te interesa házmelo saber

    Saludos
    Mariana

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